La construcción de México como un país sólido y efectivamente independiente, comenzó desde la consumación de la Independencia en 1821 y se extendió por casi todo el siglo XIX. No obstante las revoluciones internas, las intervenciones extranjeras y las dificultades económicas, el país pudo adoptar, para su organización política, la forma de república representativa y federal, misma que surgió de la confrontación de dos proyectos políticos sustentados por sendos grupos políticos: el de los conservadores y el de los liberales.
Las pugnas entre esas tendencias políticas tuvieron graves consecuencias para la nación. En 1837, México se enfrasco en el primer conflicto con Francia, la llamada Guerra de los Pasteles, en la que los franceses obtuvieron el pago de una cantidad, producto de sus reclamaciones por las pérdidas de ciudadanos franceses durante saqueos en la ciudad de México. En el norte del país, en 1836, el territorio de Texas, que pertenecía a México, se independiza de este y en 1845 paso a ser parte de los Estados Unidos. En 1847 se produjo una invasión por parte de los estadounidenses; tras ella, México perdió más de la mitad de su territorio: Nuevo México y la Alta California, a un costo de quince millones de pesos. Todos estos conflictos tuvieron como fondo la desorganización del gobierno, producida en buena medida, por la lucha interna de las facciones políticas.
Los grupos de liberales y conservadores estaban conformados, en su mayoría, por personalidades de las clases altas criollas y por algunos mestizos acaudalados, quienes participaban activamente en la política del país desde la poca de la Independencia y compartían, sin distinción de partido, la preocupación por aliviar la difícil situación del país.
Los conservadores, volviendo sus ojos al pasado colonial, afirmaban que la prosperidad y el orden habían prevalecido mientras el país había estado organizado como una monarquía, es decir durante el virreinato y en el efémero reinado de Agustín de Iturbide, en el primer Imperio mexicano. Por ello, culpaban a los liberales de la anarquía que reinaba en el país, pues afirmaban que estos, al adoptar ideologías extranjeras - como el liberalismo-, habían renunciado a su pasado hispánico y colonial arrojando a la nación al desorden.
Por su parte, los liberales argumentaban que los conservadores, al querer mantener el orden colonial y monárquico para conservar los privilegios que en el pasado tenían, se oponían al progreso de la nación y, resultaban responsables de los múltiples problemas que aquejaban al país.
Los conservadores luchaban por la implantación de un sistema monárquico en el cual, como deseaba uno de sus más fervientes defensores, Lucas Alamán, se desconociera todo tipo de organización republicana, representativa y federal y se conservasen los fueros o privilegios de las corporaciones militares y religiosas.
Los liberales deseaban un sistema representativo y republicano en el que la base de la organización política fuera la igualdad de los individuos ante la ley, el derecho de cada individuo a la propiedad y la libertad de expresión, entre otras garantías individuales, inspiradas en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, surgidas durante la Revolución francesa. Algunos liberales radicales planteaban la separación de la iglesia católica de los asuntos del gobierno y la libertad de cultos. El proyecto liberal tuvo en el doctor José María Luis Mora, su máximo precursor.
Las luchas que entablaron los liberales contra los conservadores para implantar su propio sistema de gobierno, se libraron en distintos e importantes episodios, entre los que destacan la Revolución de Ayutla, la Guerra de Reforma y la resistencia ante la intervención francesa.
En la Revolución de Ayutla, un grupo de liberales como Benito Juárez, Melchor Ocampo y Ponciano Arriaga, entre otros, liderados por el viejo luchador insurgente Juan Álvarez, ex gobernador de Guerrero, se levantaron en armas contra la dictadura de Santa Anna en 1854, bajo la proclama conocida como Plan de Ayutla. Al triunfo de esta revolución, que fue de carácter eminentemente popular y que reivindicaba los principios liberales, se convocó al Congreso Constituyente que se encargó de redactar la Constitución Política promulgada en 1857